Para nadie es un secreto que los precios de la mayoría de los artículo indispensables como comida y atención médica se han elevado de una forma muy significativa desde el 2020. El problema es bastante obvio, ¿pero cuál es la solución?
El miércoles pasado comenzamos una serie dedicada a analizar la propuesta de solución para el aumento de precios que lanzó hace unas semanas la candidata a la presidencia de Estados Unidos por el Partido Demócrata, Kamala Harris: contener la colusión entre los minoristas de alimentos y artículos de primera necesidad a través de establecer precios máximos. O dicho de otra forma, imponer a los empleados del gobierno estadounidense un control para manejar los precios de la comida y otras cosas. Si te lo perdiste, aquí puedes leer la primera parte.
¿Cómo empezó este enredo?
Volvamos a 2020 y los días de la pandemia por Covid-19. Muchos gobiernos impusieron medidas draconianas (es decir extremadamente severas) para restringir el movimiento y la actividad económica de sus ciudadanos. En algunos países, Estados Unidos en primer lugar, estas restricciones fueron acompañadas de gigantescos programas de gasto público que fueron financiados por crédito creado por los bancos estadounidenses, los cuales a su vez, le vendieron esos créditos al banco central, es decir, a la Reserva Federal.
De ahí la expresión de que la Reserva Federal imprimió dinero para rescatar a la economía estadounidense, aunque más bien lo que apuntaló fue a los bancos comerciales para que estos le prestaran cantidades nunca antes vistas de dinero al gobierno federal.
El gobierno federal de Estados Unidos procedió a gastarse todo ese dinero en apoyos, subsidios, beneficios al público y la expansión de la ya bastante crecida burocracia de Washington. Es decir, a inyectar más de 4 billones de nuevos dólares a la economía.