Se acerca el primer martes después del primer lunes de noviembre en el que los estadounidenses irán a votar para elegir al Presidente de la República, un tercio del Senado y la Cámara de Representantes.
Conforme se acerca la fecha se hace más obvio que las elecciones en Estados Unidos tienen la particularidad de ser las más seguidas del mundo, especialmente en América Latina. Pero por ahora dejemos de lado las batallas de filias y fobias en favor de cada uno de los candidatos y de sus partidos y concentremos nuestra atención en algunas de las propuestas económicas que se han vertido durante la campaña.
Esto nos interesa especialmente porque, por locuaces y hasta absurdas que sean las ideas que se inventen los amigos estadounidenses, no faltará a quien le parezcan inspiración para futuras campañas electorales al sur del río Bravo (o río Grande como lo conocen por allá).
En general, de unos años para acá, las elecciones en todo el mundo se han vuelto un carnaval de despropósitos económicos. Si la mayoría de la gente fuera letrada en los temas del dinero me atrevo a suponer que la mayoría de los países estarían envueltos en crisis políticas gravísimas. O al menos, las propuestas de los políticos serían tratadas con la mayor indiferencia. Pero la realidad es como es.
¿Cuál es el peor despropósito?
Muy probabablemente la propuesta más comentada fue lanzada hace unas semanas por la candidata demócrata, Kamala Harris.