Hoy continuamos con la tercera parte de esta serie sobre la salud de la red de Bitcoin. Aquí puedes consultar la parte 1 y parte 2 por si te las perdiste. En este Daily platicaremos de lo que se puede hacer con Bitcoin y de qué tan fácil es hacerlo.
A lo largo de sus 15 años de historia, se han ofrecido infinidad de explicaciones sobre su uso. Algunas incluso desde una perspectiva completamente negativa, como cuando la columnista de Breakingviews, Anita Ramaswamy lo llamó: una solución en búsqueda de un problema. Es decir que, básicamente, no sirve para cosa alguna.
(Habría que preguntarles a los habitantes de las comunidades salvadoreñas de las que les platiqué en la primera parte si consideran que el hambre no es un problema que requiera una solución. Pero al final solo es cuestión de enfoques).
De cualquier manera, las narrativas sobre los posibles usos del bitcoin giran alrededor de dos grandes posibilidades, su uso como método de pago o como método de ahorro. En el documento original que publicó Satashi Nakamoto se le definió como un efectivo digital para pagos de una persona a otra. Sin embargo, en los primeros artículos que siguieron a la difusión del documento fuente, Nakamoto menciona con frecuencia que bitcoin es resistente a la dilución en el valor de las monedas fiat que, muchos podrían argumentar, es el principal negocio de los bancos centrales de cualquier país.
Así que la pregunta interesante se vuelve: ¿qué característica de bitcoin le da, o se supone que le puede dar, la capacidad de servir ya sea como un método de pago o un método de ahorro?
La respuesta a esto es su habilidad para ser enviado por cualquier usuario de internet a cualquier otro en el mundo. Esto quiere decir que cualquiera que posea un bitcoin (o sus fracciones como ya hemos platicado en otros Dailys) tiene la capacidad de realizar pagos a cualquier otra persona sin necesidad de permisos de tercero alguno y sin posibilidad de que alguien pueda censurar o limitar esa capacidad de pago.