La familia de Hirvin Palma se encontraba en un riesgo real de padecer hambre. Al igual que muchas otras personas en el pueblo de El Zonte en El Salvador.
La declaratoria de la pandemia que había lanzado la Organización Mundial de la Salud fue atendida por la gran mayoría de los gobiernos alrededor del mundo con la imposición de un confinamiento estricto. La población sólo podía salir de sus casas para atender asuntos urgentes, como comprar comida.
Pero para la familia Palma, al igual que para muchos de sus vecinos, la situación era mucho más grave. Eran personas con una situación económica muy precaria que prácticamente carecían de ahorros y dependían en gran medida de las remesas que les mandaban sus familiares en Estados Unidos para sobrevivir.
Antes de la pandemia, acostumbraban acudir al centro de pago de remesas en una población cercana y cobrar sus envíos en dinero efectivo para poder gastar, ya que tampoco tenían cuentas de banco. Esos centros de remesas típicamente están instalados en tiendas de abarrotes que utilizan el dinero que les dejan sus clientes para poder pagar a los que quieren retirar las remesas que llegan a ese punto de entrega.
Sin embargo, durante el confinamiento por la pandemia, el flujo de clientes a esos pequeños comercios disminuyó muchísimo, por lo que se quedaron sin dinero en efectivo e incluso muchos cerraron. Esto dejó a la familia de Hirvin sin acceso a dinero, a menos que hicieran el viaje hasta la capital, San Salvador, y de todas maneras el aumento en las comisiones que les cobraban los centros de pago disminuía aun más sus raquíticos ingresos.
Aquello no acabó en catástrofe gracias a los esfuerzos de algunas organizaciones como Mission Sake que desde un par de años antes promovían la adopción de bitcoin como un mecanismo de ahorro y pago en comunidades como El Zonte.