En el Daily pasado, platicamos de lo bien que suena un aumento en el gasto público para pagar cosas que suenan tan deseables como aumentar las pensiones o apoyar cualquier número de causas que parecen benéficas para la sociedad como promover el deporte o fomentar la cultura.
En otra ocasión platicaremos de la enorme cantidad de incentivos perversos que se generan a partir de estas buenas intenciones. Pero por ahora sigamos con la platica alrededor del principal problema del gasto público. ¿Cómo pagar por esos gastos?
La respuesta más común a esta pregunta es que a través de cobro de impuestos. De hecho, el gobierno mexicano recauda muchos impuestos, aunque todo el tiempo escuchamos discursos que resaltan la enorme necesidad de más recursos de la que padece el sector público.
Para los años 2023 y 2024 los ingresos del gobierno en México suman más de 7 billones de pesos si consideramos todas las entradas como impuestos, derechos, contribuciones a la seguridad social diferentes a las aportaciones a las Afores y un largo etcétera.
Sin embargo, los ingresos normalmente se quedan cortos en comparación con los egresos. En 2023 los gastos sumaron más de 8 billones de pesos y para 2024 el presupuesto marca que las salidas de dinero rebasarán los 9 billones. Solo el presupuesto combinado que se aprobó para repartir pensiones rebasa los 2 billones de pesos.
Ese hueco se llena con préstamos, los cuales vienen de múltiples fuentes. Pero la parte más interesante es el efecto tan variado que tienen las diferentes fuentes de financiamiento sobre la cantidad de dinero en circulación.