El lunes 28 de octubre circuló la noticia de que el fabricante de automóviles Volkswagen AG planea cerrar al menos 3 de sus plantas en Alemania y negociar reducciones en salarios y prestaciones laborales para los empleados que conserven sus empleos.
Estos cierres de fábricas serían los primeros en los 87 años de la historia de la marca y hacen evidentes los enormes retos que enfrenta el mayor fabricante alemán de productos manufacturados.
El miércoles anterior, la empresa había anunciado que en los nueve meses que van de 2024, su utilidad operativa se había contraído un 21% a 12,900 millones de euros. Esto debido a una caída de 4% en las ventas en su marca insignia, Volkswagen, que ha perdido mercado en China frente a las marcas locales que producen vehículos eléctricos como BYD.
En general, producir automóviles es un pésimo negocio.
Es una industria sumamente competida que requiere la inversión de enormes cantidades de capital para introducir al mercado nuevos modelos cada año. Si no se logra mantener constantemente emocionados a los consumidores rápidamente se empieza a perder participación de mercado.
Pese a todo ello, Volkswagen ha sido tradicionalmente una de las armadoras más exitosas y competitivas dentro de esta industria lo que le ha permitido convertirse en la segunda fabricante de automóviles más grande del mundo con 9.24 millones de vehículos vendidos a nivel mundial en 2023.