El lunes pasado les platiqué sobre el trabajo de un economista francoirlandés del siglo XVIII, Richard Cantillon, quien hizo una fabulosa fortuna gracias a sus contactos con la Compañía del Mississipi y el Banco General, dos empresas privadas a las cuales el gobierno francés concedió el monopolio del comercio transoceánico y de la emisión de billetes respectivamente. Si te perdiste la primera parte puedes leerla aquí.
Hoy continuamos con el relato del economista que después de beneficiarse increíblemente de su cercanía con las fuentes del dinero, decidió investigar sobre los mecanismos que concentraban la riqueza en las pocas manos de los bien conectados y que poco después de concluir su libro, pero antes de poder publicarlo, fue asesinado por su cocinero.
Volvamos al mundo moderno
Quienes han seguido el Daily de las últimas semanas probablemente recuerden que hablamos mucho de la expansión monetaria que se desarrolla en algunos países. En particular, hemos comentado sobre el Quantitative Easing (QE), la herramienta que utiliza el banco central de Estados Unidos, la Reserva Federal, para crear depósitos en las cuentas de los bancos comerciales y de ese modo imprimir dinero e inyectarlo hacia la economía. Veamos esto a través de la lupa de Richard Cantillon.
Aquí la pregunta interesante se vuelve: ¿quién se beneficia más de este dinero recién creado cuando llega a la economía?
Si hacemos caso a la narrativa oficial, sin importar si es en Estados Unidos o en cualquier otro país, pues las personas de clase socioeconómica media que pudieran estar muy presionadas por pagar los intereses de sus deudas y las personas menos favorecidas que reciben los apoyos estatales que se financian con la emisión de bonos por parte del gobierno.