¡Racista!, ¡misógino!, ¡asesino!
Son algunos de los términos que he escuchado en las últimas 48 horas para describir a Donald Trump, el 47º presidente de Estados Unidos. El tema Trump en América Latina es un verdadero campo minado. La mayoría de la población le odia con fervor positivamente mahometano.
No es broma, ya escuché a una persona dispuesta a inmolarse (o sea hacerse detonar con una bomba) para evitar que el Sr. Trump regrese a la Casa Blanca. Probablemente sea muy difícil para la mayoría de Latinoamérica entender qué sucedió en Estados Unidos el pasado 5 de noviembre. Así que creo que es importante detenerse un poco para darle perspectiva a este evento.
Lo primero sobre lo que podemos pensar es que la mayoría de los estadounidenses siguen siendo incrédulos y desconfiados sobre las instituciones gubernamentales. Eso es una diferencia abismal con los latinoamericanos que, en su mayoría, creen firmemente que la solución a cualquier problema es la creación de una dependencia de gobierno. Y a nivel personal, que la solución a sus problemas económicos es obtener una plaza, renta, pensión o beneficio del Estado.
En segundo lugar, un tema que hemos tratado muchísimas veces en los Dailys, es que la economía de Estados Unidos pasa por una situación muy complicada. La cual contrasta radicalmente con la imagen del mundo cuasi perfecto que cuenta la actual administración del presidente Biden. Eso es una narrativa de campaña y, en campaña, se puede decir lo que sea, pero el voto latino en Estados Unidos prácticamente se dividió de forma pareja (53% Harris y 45% para Trump).
Mientras tanto, el índice de la bolsa de Nueva York el S&P 500 tuvo el mejor día poselectoral de sus 101 años de historia. ¿Qué ven los mercados financieros que les puso tan alegres y que la mayoría de los latinoamericanos no ven por lado alguno?