En los dos Dailys anteriores compartimos iniciales de organizaciones internacionales que prácticamente nadie conoce y que muy raras vez serán comentadas por la prensa o por los influencers de oficio, pero que son increíblemente poderosas porque sus decisiones afectan directamente la cantidad de dinero que los bancos pueden prestarle a sus clientes y desde ahí a cada habitante del planeta que no viva en una cueva. Te recomiendo consultar el capítulo 1 y capítulo 2 de esta serie para tener todo el panorama.
La mayor parte de esas decisiones están compiladas en un conjunto de reglas que se conocen como los Acuerdos de Basilea, de los cuales vamos a platicar en este capítulo. (Por cierto, de ninguna manera crean que he dejado de lado platicarles de la famosa carta, pero necesitamos todo este antecedente para que perciban su excepcional importancia).
Recordando a Druckenmiller y el Lunes Negro
Hace unas semanas platicamos acerca de la historia de Stanley Druckenmiller y el Lunes Negro de 1987. Ese evento y la crisis a las instituciones de ahorro y préstamo en Estados Unidos, al final de la década de los 80, hicieron más que obvia la cantidad de riesgo de crédito que se estaba acumulando en el sistema financiero internacional.
Se entiende por riesgo de crédito la cantidad de recursos que un acreedor puede perder en caso de no poder cobrar ajustado por la probabilidad de que eso ocurra. Así que en 1988 el BCBS creó el Acuerdo de Capital Basilea, una clasificación para los activos bancarios. Ese acuerdo pasaría a la historia como Basilea I.
Los principales puntos fueron: