Jesse Livermore se sentó en el bar del hotel Sherry Netherland, en Nueva York, se tomó dos copas de whisky y se puso a escribirle a su tercera esposa una carta de 8 páginas a la que tituló de forma bastante dramática Mi vida ha sido un fracaso.
Tras terminar su larguísima epístola marital —debe haber sido bueno para eso de las cartas a sus esposas— caminó a la habitación en donde se guardaban los abrigos, se sentó tranquilamente y se dio un balazo en la cabeza. Era el año de 1940.
Este señor fue, a principios del siglo XX, la imagen misma del éxito en los mercados financieros. Era hijo de un agricultor estadounidense que lo obligó a dejar la escuela a los 13 años para trabajar en la granja familiar. Huyó de casa y seis años después ya era un hombre rico comprando y vendiendo acciones, bonos y otros instrumentos financieros. En 1906 se dice que fue la primera persona en ganar un millón de dólares en un día.
Livermore es reconocido como uno de los especuladores financieros más famosos de la historia. Sin siquiera saberlo, al día de hoy, miles de personas que participan en foros para aprender a comprar y vender diariamente acciones con el sueño de hacer fortuna en los mercados financieros estudian sus principios.
Sin embargo, los especuladores modernos y varios inversionistas ponen mucho menos atención a las señales que les manda el mercado y se concentran más en lo que parece ser un ejercicio provechoso: adivinar el próximo movimiento del Sr. Jerome Powell y su banda compuesta por los directivos de la Reserva Federal de Estados Unidos que, como nuestros lectores saben, conforman un organismo conocido como el Comité Federal de Mercado Abierto (FOMC por sus siglas en ingles).
Debe ser por eso que en el mundo financiero muchos de los trending topics comúnmente son determinados por la última genialidad económica que los integrantes del FOMC empujan en sus frecuentes discursos.